La Danza- poética surgió de mi propia
decantación, cuando fue viable conceder honor a la fuente de conocimientos que
traemos como una impronta sólida, dominada por la autenticidad y, en espera de
ser leída por nosotros mismos. Sus páginas orgánicas se constituyen de luz
interna, del manifiesto de energía
consolidada con la experiencia y el fluir de la natura. Entonces, cuando me
invadió la inquietud de trabajar para la DIVERSIDAD, al notar que mis alumnos
necesitaban códigos diferentes para
crecer en el proceso educativo y que, más que docente con el manual de
instrucciones catedrático, debía ser investigadora junto a ellos, comencé a
trabajar intuitivamente las inteligencias múltiples en talleres y a
“escucharme”. La experiencia fue maravillosa y me permitió el acceso a la
creatividad manada de la conciencia y la divinidad del todo. Y si bien aclaro
“me escuchaba”, no era lo suficiente.
Porque es más fácil hacer predominar al cerebro más lento- el intelectual-, en lugar
de tener la certeza de que la empatía y la percepción que vamos
desarrollando, no se equivoca. Y es en ese punto que comencé a sumar
pequeños trances en mi salud, pero los suficientes para decodificar en el tiempo
indicado. Así la danza curativa, cuántica o como quieran llamarla – para mí
danza poética porque la descubrí a partir de la poesía corporal- comenzó a florecer, eliminando de
raíz los inconvenientes surgidos. Lo cierto es, que sin saber hasta ese momento de curaciones cuánticas o sobre
danzas antroposóficas, mi cuerpo me indicaba sobre ello, con el poder del
pensamiento positivo, regida seguramente
por la unión armónica de los tres cerebros existentes en todo ser
humano. Pude lograr canalizar mi energía con un mismo fin, con un único fin “el
curarme a mi misma”. Por suerte no debí padecer más que unos meniscos rotos y
una pérdida de voz discutida científicamente,
si era a causa de un hiatus o esbozo nodular, con tratamiento contrario. Lo único que recuerdo es mi
negatividad con respecto a la operación en ambos casos y a la medicación. Por lo tanto me quedaba un camino, confiar
plenamente en la fe y en mí. Lo primero que hice fue trazar una meta: aceptar
la oferta de SALAC de presentar en el Obispo Mercadillo mi primer libro de
poesías. Accedí con cierto temor pero segura de que debía emprender ese
desafío, que no sólo implicaba estar preparada para el evento en un mes sino,
recuperar mi voz para poder recitar, cantar y bailar según mis escritos. No me
quedó más que ir “conmigo misma” y sin
exagerar, fue la experiencia más sideral después del nacimiento de mis cuatro
hijos.
En síntesis: Cada uno de nosotros,
tiene el conocimiento de cómo debe ser su vida, si decodifica a tiempo y aprende que cada batalla es una sumatoria
de experiencias y no fracasos a lamentar. Porque estar preparados
para “tirarse a la pileta” sin ahogarse,
puede lograrse cuando sentimos la
certeza de necesitar hacerlo. No hay que apresurarse, sino trabajar como
hormigas para que llegue ese momento culminante. Hablo con el corazón, con la
humildad de quién aprende de sus propios pasos y con la ilusión de encauzar mi
escuela “María del Rosario de San Nicolás” virgen a quien amo por sobre todas
las cosas. La supremacía del instinto, me ha unido a la Fe a través del arte
corporal. Aclaro que no la idolatro por su imagen o belleza, sino por sentirla
en mis entrañas, como el aire fundamental que llega a todo mi cuerpo para darme
la fortaleza justa del buen vivir. Es mi deseo lograr una escuela basada en la
investigación de la naturaleza misma, fusionando materias que permitan comprender que la educación es una
herramienta perfecta para la vida, fundamentada en los pilares de la verdad,
justicia, conciencia y amor. Así, al dar importancia a lo que sentimos muy
dentro, sin ignorar el conocimiento supremo, descubriremos nuestro propio
modelo de vida sin libertinaje, sin tristezas, sin ataduras. Somos artesanos, componiendo la pieza única,
que nos dé confianza plena en lo que hacemos. Porque actuar a conciencia es
nuestra obligación, regirnos por las leyes universales que nos conllevan a la
integridad es fundamental. Nada debe ser forzado si no queremos perder el
equilibrio, pero sí debemos encauzarnos
a través de la buena doctrina y la humildad. El amor hace sonar la cuerda, que
se une a otras, en una sintonía perfecta. Somos capaces de respetar a la
humanidad de la manera más sencilla y perfecta, si descubrimos que la
perfección surge de la imperfección y nada es más perfecto que el amor. Lo
descubrí cuando la partitura que había “tirado”, fue
reciclada con esmero y basada en la pureza y sencillez más agraciada, para
brotar la mirada más limpia. La fealdad
no existe cuando registramos que la mirada es el reflejo del alma – lo
sostengo- y sentimos que hay una red
universal de la cual somos parte única, donde todos podemos alimentarnos y retro-alimentarnos. Aprender
a vivir sin temores, sin ataduras, es ser libre en el amor y la conciencia a
fin de nunca dejar de ser parte de este universo, basado en la sabiduría del
ser. Mis palabras, aunque parezcan muy filosóficas, son sinceras, son
viscerales, por eso me atrevo a plasmarlas en este escrito. Gracias por leerlas
e intentar comprenderme. Me desperté a las cuatro de la madrugada para decirles
esto, sin programación anticipada. ¡Los
quieroooooo por ser parte de este “TODO” al cual pertenecemos sin competencias
de ningún tipo!
Sony